Sobre el marketing digital y la publicidad online para las Pymes en Latinoamérica

Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
En días pasados, durante mi estancia en Madrid, tuve la fortuna de asistir a un interesante curso de Community Manager en el Instituto Aula CM y reunirme con el experto internacional en marketing Raúl Peralba, socio de Jack Trout, más conocido por su libro Posicionamiento. En ambos casos exploré el tema del mercadeo y la publicidad en las Pymes en los tiempos modernos, así que decidí escribir un artículo al respecto que publiqué como blogger invitado en el famoso sitio de, mi amigo y profesor, Juan Carlos Mejía LLano.

En el texto procuro exponer de una forma clara, no siempre con éxito, las ventajas que ofrece el marketing digital y la publicidad online para las pymes en Latinoamérica. Una región del mundo pujante pero llena de limitaciones técnicas y económicas para el acceso a los mercados, los cuales cada vez se han vuelto más sofisticados, ya no por la maquinaria pesada y la industrialización sino por el conocimiento que involucran, y es allí dónde esta la clave para que los pequeños negocios tengan alcance mundial.

El deseo de los grandes maestros de la publicidad como Claude Hopkins, Raimond Rubicam, Roseer Reeves o David Ogilvy, de que la publicidad pudiese ser medida casi al milímetro, ha comenzado a hacerse realidad a través del marketing digital y la publicidad online. Esto es un a ventaja enorme para las pymes ya que el desperdicio de pauta publicitaria o esfuerzos de marketing, suelen ser mortales para las empresas sin grandes recursos. Para leer el artículo completo, los invito a hacer clic aquí.

El derecho al buen nombre y las pymes

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Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Para algunas empresas, el nombre y la reputación comercial aún no son lo suficientemente importantes. Es hora de que las PYMES entiendan el valor que tiene una marca y la importancia de mantener un buen nombre. Finalmente son éstos los que generan la confianza entre los clientes para el intercambio y los negocios. No es gratuito que la ley proteja la honra de las personas, así como la reputación de las empresas.

Hace algún tiempo tuve la oportunidad de trabajar para una reconocida empresa de software empresarial de la capital antioqueña que se precia de ser ilimitada a la hora de dar la cara. Su gerente es un hombre intenso y acostumbrado a la rigidez de los números. Lo que nunca esperé fue que un día despidiera a su mejor amigo y luego viniera a hablarnos mal a los contratistas, con pelos y señales, de lo que hacía y no hacía su examigo desde su ordenador. Era cierto lo que decía pero me pareció que yo no tenía porque enterarme de lo que me contaba.

Me sentí incómodo con lo que nos estaba contando este señor en la reunión a la que también asistía Liliana, la nueva gerente comercial que vino a reemplazar a su examigo. Nos mostró la lista completa de los sitios non sanctos que visitaba su anterior empleado mientras comentaba en tono irónico lo que éste podría haber estado pensando mientras los observaba. ¿Era posible que alguien mencionara eso por más verdad que fuera?

Tiempo después en una conferencia sobre Marketing Viral en Internet, el Superintendente de Industria y Comercio, hablando sobre la reputación empresarial nos explicó, a los pocos asistentes, cómo lo importante en estos casos no era simplemente si lo que se decía era cierto o no sino también si era pertinente con lo que se mencionaba. Se trataba de saber hasta donde podía llegarse sin caer en la difamación, muy frecuente en los casos donde el rencor hace su aparición.

Por ejemplo. Una cosa es que yo diga que alguien me vendió un yogur vencido y otra muy diferente es que yo diga que el gerente de la empresa que me vendió un yogur vencido es infiel con su pareja. Lo segundo, así sea cierto, no tiene nada que ver con el yogur y hace parte de la intimidad de la persona. Las empresas, por supuesto no tienen intimidad pero si tienen una reputación que construir y conservar y tanto a personas como a empresas, la ley las protege.

En el mundo democrático, un derecho fundamental es la libertad de expresión, que además ayudar a que no se cometan abusos permanentes contribuye a combatir la impunidad impunidad, pero este derecho está limitado por otro fundamental que es el del buen nombre. De modo que la próxima vez que piense realizar una afirmación sobre alguien, sea persona o empresa, piense bien si además de ser verdadero y verificable es pertinente. Es decir, si tiene algo que ver lo uno con lo otro. La reputación de una empresa esta íntimamente relacionada con lo que llamamos propiedad intelectual, es decir, el nombre o la marca; y para las PYMES de este siglo que comienza, será uno de sus principales activos. Prepárese para construirlo y defenderlo.

El calvario de cobrar una incapacidad para las Pymes

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Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
Me di a la tarea de hacer personalmente el cobro de una incapacidad por un accidente automovilístico que sufrí el año pasado con el fin de aprender del procedimiento y aún no sé si fue peor lo primero o lo segundo. Después de más de dos meses, sigo sin poder reclamar el pago y haciendo un postdoctorado en filas y paciencia.

A finales del año pasado un conductor semiasesino de la empresa de helados YomYom por poco nos quita la vida a mi y a mis perros, al embestir nuestro auto por detrás con su camión, cuando nos encontrábamos inmóviles en un trancón; dejando mi cuello con el famoso síndrome del latigazo y mi movilidad boicoteada, para los perros afortunadamente no pasó del susto. TAC, resonancia, analgésicos, antiinflamatorios, fisioterapia e incapacidad médica fue la receta de los galenos.

Una vez me repuse, escribí a la línea de servicio al cliente de EPS Sura para que me indicaran el procedimiento. Me informaron que debía ir a mi IPS y llevar la historia médica antes de que se cumplieran 30 días. Así lo hice. Al llegar la operaria me indicó que el horario para presentar incapacidades tenía la estreches de un pantalón de torero con jornadas de solo media hora los martes, miércoles y viernes. Ante mis ocupaciones pregunté si podía enviar al mensajero de la empresa con la historia médica y me dijo que sí, siempre y cuando él llevara copia de mi cédula al 150%.

Así fue. Mi mensajero llegó el día y la hora indicada pero le pusieron a pasar de una ventanilla a otra para al final recomendarle que regresara yo personalmente a presentar los documentos pues se necesitaba la cédula original ¿No me habían dicho pues que sí se podía? Escribí molesto al buzón de EPS Sura quejándome y me respondieron que no sabían a que se debía el mal entendido pero que podía pasar de nuevo y hablar directamente con la directora de la IPS para que me atendiera.

Regresé a la sede Comfama Rionegro de Sura y debo reconocer que me atendió muy amable y diligentemente su directora, firmó mi incapacidad y me envió a la taquilla administrativa para que me entregaran el certificado de incapacidad ¡Por fin! ¿Por fin? no señor, con este certificado debía dirigirme personalmente con cédula en mano a la sede central de EPS Sura en Almacentro para que asentaran mi incapacidad en el sistema.

Pasados dos días fui a Almacentro, hice otra fila y pusieron un sello en mi certificado y me advirtieron que si la empresa tenía registrada alguna cuenta de Bancolombia, la EPS me consignaría la incapacidad, pero si no debía dirigirme a cualquier oficina de Bancolombia a reclamarla en la próxima semana. Nunca me dijeron que inscribiera una cuenta cuando afilie mi empresa a la EPS ¿Cuántas estaciones más estaban por venir en este calvario? Yo esperaba pronto el fin de este viacrucis.

Envié a Bancolombia a mi mensajero, luego de que me comentaran en la taquilla del Banco que un tercero podía reclamar mi incapacidad desde que fuera con certificado de la empresa, pero Herodes y Pilatos tenían otros planes para mi. No se podía. Otro mal entendido, debía ir yo con mi famosa cédula. Así que regresé al Banco y luego de una fila de poco más de 30 minutos, el cajero me dijo que no había ningún dinero para mi, que generalmente se demoraban en salir este tipo de pagos. Incluso me comentó de una cliente que tardó más de dos meses en poder reclamar el dinero fruto de su incapacidad.

Un amigo que trabaja con personal me dice que le parece muy raro todo este enredo pues las empresas deben hacer este procedimiento con frecuencia y no ha escuchado este tipo de problemas. Seguramente empresas grandes como en las que trabaja él. Las pymes, por lo visto, debemos soportar el duro calvario de ir de un lado a otro para reclamar nuestros derechos en seguridad social u optar por no reclamar nada, que al parecer es la intención de algunas empresas prestadoras de servicios de salud para hacer que todo intento de reclamo, tenga su merecida crucifixión.

Royal master: cómo transformar una experiencia negativa en positiva


Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Las fincas modestas, como en la que vivo, generalmente no tienen tubería de agua caliente, de modo que hay que instalar una ducha eléctrica en el baño si no se quiere morir de hipoxia, falta de oxigeno, e hipotermia cada mañana. Conseguir quien lo haga tampoco es sencillo, aunque no lo crean, de modo que me día a la labor de hacerlo yo mismo. Primero instalé una ducha, no Royal master, cuya felicidad me duró una semana.

Algo sucedió cuando una amiga entró a una ducha y salió de un sauna. Una nube blanca de vapor emigró del baño y con ella mis ganas de bañarme en las mañanas. Me dirigí al almacén de cadena a solicitar la garantía de dos años que anuncian, me dejaron frío con la noticia: quince días, hábiles, sin agua caliente mientras la revisaban. Como no estaba dispuesto a tener una vida miserable por casi veinte días, me dirigí a la sección de duchas y compré otra, total si me arreglaban la que dejé en garantía, quedaba con un repuesto para ocasiones como ésta.

Salí presuroso a la finca para instalarla, alicate, tijeras, cable y cinta aislante en mano. Media hora después mis mañanas se habían arreglado. Estaba lista la ducha. Abrí el agua y un relámpago cruzó el baño. Desconcertado vi que salía por la nueva ducha, un chorro de agua con la temperatura ideal para bañar a un oso polar. Furioso decidí escribir al correo que aparecía en el empaque, no era posible que una ducha nueva no soportara ni siquiera diez segundos de funcionamiento.

«Queridos señores de Royal master: que duchas tan malas». Una hora después tenía la respuesta del señor Oscar Romero del área comercial preguntándome algunas cosas sobre la instalación. Al parecer yo había olvidado un pequeño detalle que consistía en comprar una ducha de 220 voltios para una conexión de las mismas características pues obviamente las de 110 voltios se queman al recibir el doble de su capacidad. El error era mio, había comprado esta vez la ducha equivocada.

Respondí el correo contando mi equivocación y preguntando que podía hacer. Me confirmaron que no tenían en Medellín duchas de esas características pero que si la enviaba a Bogotá, me la cambiaban. Así fue, ocho días después tenía mi nueva ducha de 220 voltios instalada en mi finca, incluso antes de que el almacén de cadena respondiera por la garantía de a primera. Muchas empresas parten de la mala fe del cliente para responder por sus productos. Demoran la entrega o se valen de la norma para impedir reclamos. Perfectamente me pudieron decir que la culpa era mia por no fijarme en el voltaje, pero no. Me ayudaron y ahora cuento con gratitud esta experiencia, que creo que es más valiosa que una ducha pero no que un baño con agua caliente.